sábado, 8 de septiembre de 2012

El ultimo vuelo del Fénix: Rivon

Introducción de Rivon en la trama, escrita originalmente en los foros oficiales:

Rivon caminaba con paso marcial por el cuarto donde se suponía que tenía que dormir. Llevaba dos días sin pegar ojo, y eso se notaba en su rostro, cuyos párpados mostraban unas ojeras en él nunca antes vistas. Estaba preocupado. Se había puesto su armadura, como siempre, pero hoy, por alguna extraña razón, le molestaba sobremanera.
Llamaron a la puerta de su casa.
Clavó la mirada en dirección a la puerta y comenzó a caminar hacia allí, más inquieto que otra cosa. Abrió, hablando sin ni siquiera fijarse en quién había detrás.
—Ava, estoy muy preocupado por todo lo que está pasando... —No terminó. Levantó la mirada mientras hablaba y vio que no era Ava'niel, sino Tabata.
—¿Estás bien, Rivon? —Preguntó, aunque era evidente que sabía la respuesta de antemano por las facciones demacradas de la cara del Sin'dorei.
—No. Pasa. —No dijo más. Tabata estaba acostumbrada a la sequedad que caracterizaba al elfo. No le molestaba.
—¿Quieres que te prepare algo de comer? Pareces débil y cansado. —Si no fuera porque ella lo conocía bien, nadie más hubiera dicho eso—. ¿Cuanto hace que no duermes o comes?
—Bastante. No te preocupes. —Sabía que se iba a preocupar de todas maneras—. Es Ava'niel, estoy muy, muy preocupado por ella. —Tabata, al notar el énfasis que daba a la preocupación que sentía Rivon, torció el gesto.
Se miraron largo rato, sentados ambos ahora en las sillas forradas de terciopelo rojo que descansaban en el centro de la sala de estar de su casa. Estubieron un buen rato en silencio.
—Ve a buscarla.
—No quiero molestar.
—Ya sé que no quieres molestar, Rivon, pero sabes de sobra que es tu deber y te necesita.
—Ella me ha pedido expresamente que me mantenga al mergen en esto, me lo ha suplicado y me lo ha pedido por favor de mil maneras. —Era raro ver al elfo pronunciar frases tan largas. Lo hacía con poca gente.
—¿Y cuando te ha frenado eso? —Sonrió, y él la miró. No pudo evitar devolverle la sonrisa como buenamente pudo.
Para el que no lo conociera, podía parecer hasta una sonrisa inquietante.
Se levantó de la silla, frotándose la cara con las manos. Descolgó los guantes de metal que descansaban en su cinturón y se los puso despacio. Colgó su escudo enorme en la espalda. Al lado de Tabata, el escudo medía como medio cuerpo de ella, y lo más probable era que pesara más o menos lo mismo. Su espada reposaba tranquila en una esquina, envainada. Como el escudo, también era enorme, a su medida. Se acercó y la alzó, leyendo de nuevo la inscripción que Ava'niel había hecho grabar para él. "Ann'dela Ronae". De nuevo una sonrisa. Giró la cabeza para mirar a Tabata.
—Mejor que vaya yo solo. Quédate en casa si quieres mientras estoy fuera.
Tabata asintió, mientras Rivon salía por la puerta sin esperar respuesta de la forestal. Cerró tras él, y lo único que dejó atrás fueron los pasos metálicos que se alejaban de la casa, pisando firmes por los adoquines de las calles de Lunargenta.

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