Dair'dan: El precio de la venganza
Han tocado a mis hermanos, y de entre ellos han elegido a
santos e inocentes. Kelnorz es solo es un escudero, un elfo joven e inexperto,
con ansias por trabajar y cambiar las cosas, no sabe nada de la guerra, nunca
se manchó con la sangre de sus hermanos y estos hijos de puta se lo han
llevado. Tampoco lo hizo el Venerable Sin’Thael. Le han usado para herir al
Capitán, saben que no tendrían probabilidades en un combate justo, por eso nos
atacan a hurtadillas, golpean cobardemente, buscan a los inexpertos, se
aprovechan de la compasión de un elegido de Belore. El Venerable descansa por
fin en su hogar, le hemos encontrado, pero he visto de lo que son capaces y una
desagradable sensación de derrota se apodera de mi cuando pienso en el
escudero, en Kelnorz Zaknafein.
Querían que abandonáramos Quel’thalas, como si la amenaza
anónima de unos perturbados fuera una razón de peso para ello. Seguimos
cumpliendo nuestro deber, y ellos cumplieron sus amenazas, casi matan a
Surinen, podrían haberlo hecho con el Venerable… y espero que no sea demasiado
tarde para Kelnorz. Ahora tenemos a uno de ellos a nuestra disposición,
encadenado y silencioso, tozudo y con un fuego peligroso en la mirada, entre la
ira amarga y la convicción de los locos. Cree que lo merecían, cree que lo
merecemos, y cree que ha ganado.
Kyashar está intentando hacerle hablar. Les observo con una
inquietud creciente y el regusto áspero de la impaciencia en la boca. La espía
nos ha estado ocultando mucha información que ahora usa en un intento de dañar
la moral del prisionero. Al escucharla hablar comprendo cuales han sido las
motivaciones de esta locura, son huérfanos de la guerra, hijos de desertores
arúspices castigados con la muerte allá en Terrallende. No importa quien lo
hiciera, yo mismo habría empuñado el arma ante un desertor, el deber no
contempla la clemencia y por eso nos culpan a todos, aunque seguramente no
conozcan el rostro de los soldados que dieron muerte a sus familiares. Quieren
que nosotros les recordemos, aliviar su rabia y su dolor haciéndole pagar a
alguien por eso que ellos ven como una injusticia.
Yo no sé lo que es tener un padre traidor, pero de haberlo
tenido me avergonzaría de mi propia sangre.
…y esta sabandija no se avergüenza de nada. Se ha atrevido a
mentar a mis padres, incluso a Valrant, demostrando que ha hurgado en nuestras
vidas en busca de puntos débiles. Tomo aire y desvío la mirada, asintiendo
cuando Vathiel pide permiso para continuar con el interrogatorio. No quiero
acercarme a mirarle, a tocarle, si diera un solo paso hacia él ya no habrían
más respuestas, le estrangularía hasta que dejase de respirar, pero necesito
saber. No quiero un por qué, quiero un quien, un donde.
- ¿Cómo lo consigues? – Oigo a Kyashar como a través de un
cristal fino, como si estuviera más lejos de lo que lo está en realidad -.
¿Piensas en ellos, te dan la fuerza necesaria para seguir?.
Fijo la mirada en el exterior. Hace horas que ha entrado la
noche, no sé cuantas. Tras las vallas del templete los Mallorns agitan las
hojas cuando se levanta la brisa desde el mar, trayendo un fuerte aroma a
salitre y hierba húmeda que se cuela hasta la estancia circular. Intento
abstraerme y no volver la mirada, pero le estoy escuchando ahogar los gritos y
agitarse en las cadenas, aguantando sin decir una palabra. No sé qué demonios
está haciendo Vathiel, pero a él también tengo ganas de golpearle, de
apartarle.
- ¿Cuánto tiempo vas a querer hacernos la vida imposible?
La luna es apenas una sonrisa torcida en el cielo, pero el
bosque está iluminado por las luminarias que brotan de las raíces de los
árboles, es una noche hermosa, como todas, aunque en su seno algunos sufran.
Kyashar sigue hablándole. No servirá de nada, no sé por qué dejó que Vathiel
siga golpeándole. Si, si lo sé, se lo merece, se lo merece y no tiene nada que
ver conmigo, yo debo cumplir con mi deber, averiguar cuánto daño han hecho. Por
eso le dejo.
- Hablarás, como he dicho. Hoy, mañana, en una semana o un
mes. Únicamente nos haces malgastar saliva.
Su grito suena amordazado. Me hace tensarme y apretar los
dientes. Por un momento se me ha emborronado la vista, la voz de Kyashar se ha
convertido en un murmullo, me ha provocado una nausea repentina. No debería
estar aquí. Esto no me gusta, odio que me empujen a esto… pero se lo merece, es
un asesino, es un monstruo. Les odio a ellos.
- Lo siento, Teniente – Vuelvo la mirada a Vathiel, que se
ha plantado ante mi. Contengo las ganas de abofetearle y despacharle de malos
modos-. Parece que no ha aguantado.
- Podéis retiraros.
- Creo que me quedaré, si no es molestia - La miro de
soslayo. Kyashar sonríe. No entiendo como puede hacerlo, como nadie puede-. No
es por desconfianza, no quiero que le pase nada. Pero esperaré fuera.
- Pues hágalo, espere fuera.
Ambos saludan y salen por uno de los arcos apuntados del
Templete. Un silencio espeso se ha adueñado de la estancia, me da la sensación
de tener los oídos taponados, zumbando. El elfo cuelga inconsciente de los
grilletes, con media cara hinchada y morada por las atenciones de Vathiel. Me
acercó a él y le levanto para apoyarle contra la pared, invocando a la luz con
una orden rabiosa para que le devuelva la consciencia.
- Dame los nombres de los hombres a los que habéis matado.
Mírame a la cara y dámelos- . No debería ahogárseme la voz, intento que la
rabia quede enterrada, pero me hace contener la voz, la hace temblar. Él abre
un ojo y me mira un momento, y luego pierde la mirada en la nada.
- Vamos a encontrar a tu hermana, hables o no, ya hemos
enviado hombres a buscarla.
- ¿Entonces por qué preguntáis… ?-. Dice con un balbuceo
dificultoso.
- Podrías ahorrarles problemas a otros si nos dices quien te
ha ayudado. A tus compañeros en ese taller de inscripción, por ejemplo. A tu
hermana.
- Todo lo que hagáis… quedará para vosotros y vuestras…
conciencias… al igual que… todo lo que yo he hecho… queda para mi y la mía.
- Yo cumpliré con mi deber, y mi conciencia estará
tranquila.
- Eso se llama… desvío de la responsabilidad…-. Le mantengo
sujeto contra la pared con una mano en su pecho. Tose antes de continuar. Sigo
sintiendo nauseas, y rabia, tengo que reprimirme-. Se usa en los
interrogatorios… consiste en hacer creer a alguien… que la responsabilidad de…
lo que ellos hagan a sus cómplices… es suya.
- Habéis matado a inocentes… habéis torturado a un hombre
santo. Habéis atacado como alimañas cobardes a mis hermanos-. Le obligo a
levantar la cabeza, agarrándole por el mentón. Los grilletes que le ciñen las
muñecas chisporrotean al absorber la energía de un hechizo. Había olvidado que
maneja las artes oscuras, pero no somos poco precavidos-. No hay castigo que
pueda haceros pagar por ello… pero sé que hay justicia, y que cuando te matemos
no tendrás liberación.
Me levanto y desengancho las cadenas de las argollas,
soltándole y dejándole caer. Tiro de ellas para arrastrarle al centro de la
sala. Él solo se ha juzgado, sus acciones le condenan, todos le hemos visto
torturando al Venerable, y ahora confesará, quiera o no. Tiro de las cadenas
para obligarle a arrodillarse y le pongo la mano en la frente. La sensación
ardiente de la luz me invade al invocarla, furiosa y retributiva, es mi
voluntad la que la espolea y la proyecta hacia el prisionero. Él cierra los
ojos, aprieta los dientes, no sé si está funcionando.
- Recuérdales ahora. Dime sus nombres, dilos ante Belore.
- Argolad Hojasangre… -.Comienza, sin abrir los ojos, sin mostrarse humillado-. Sonja Solradiante, Ellie Verano…
Nirel… Brisardiente, Elendor Telduril, Nael Felendur… Kelnorz Zaknafein…
Tenso los dedos sobre su cabeza. Se me ahoga la respiración
y tengo que tomar aire con fuerza, varios puntos de luz roja titilan ante mi
mirada, que se está tiñendo de ese color escarlata, furioso. No quería escuchar
eso, no quiero creerlo, pero lo ha dicho.
-… y a Belore.
- A Él no puedes matarle…-.Espeto, con los dedos ardiendo
bajo el guante que comienza a calentarse. Me molestan las placas-. Y espero que
algún día te perdone. Ellos no lo harán nunca.
- Yo tampoco les... perdono.
- Yo tampoco les... perdono.
El primer golpe es un fogonazo de luz. Ese es por Kelnorz,
por el escudero, el chico que nunca derramó la sangre de sus hermanos. Y luego
le siguen los demás, cada nombre es un golpe de las grebas, de la luz
retributiva e iracunda. Cuando se me acaban los nombres ya sé que no puedo
detenerme, y bajo la neblina roja y la rabia que me ahoga la garganta, rezo por
que alguien lo haga.
Odio que me empujen a esto.Les odio a ellos.
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