sábado, 8 de septiembre de 2012

El último vuelo del Fénix: Kyashar II

Fénix - Primera parte. Por Kyashar

La sin'dorei dibujó una sonrisa en los labios, apoyada en el arco de la ventana que mostraba el exterior, las calles de Lunargenta. Alborotadores y borrachos gritaban consignas en contra de la Regencia y su política mientras caminaban calle arriba en dirección a la Aguja, formando una pequeña procesión a la que se iban sumando unos pocos ciudadanos de a pie, quizá embriagados por la novedad del asunto.

– Precioso – musitó, dándose media vuelta y contemplando el pequeño despacho que le habían otorgado tras su inestimable ayuda al Reino –. Realmente precioso.

Sin perder la sonrisa se dirigió a la mesa llena de pergaminos, sentándose sobre ella tras apartar a un lado algunos documentos sin relevancia que le habían encargado revisar. Con gesto ausente llevó una mano al bolsillo derecho de su pantalón y sacó una pequeña pastilla cristalina, llevándola a la altura de sus ojos mientras la sostenía entre el dedo índice y el pulgar. En el interior del comprimido un liquido de color azulado tintineaba con el movimiento de su propio pulso y la elfa comenzó a juguetear con el pequeño objeto, dándole vueltas en su mano y pasándoselo entre los distintos dedos, ensimismada, sin poder apartar la mirada del líquido que se mecía a un lado y a otro en su prisión. Con un lento suspiro, Kyashar guardó la pastilla de nuevo en el pantalón y se alisó el tabardo, donde una brillante insignia con el distintivo de Lunargenta adornaba su pecho. No tenía nada mejor que hacer que esperar a que la llamaran, que ocurrió en pocos minutos.

...

– Taldemar Nacámbar – inquirió la voz, lacónica.

– Un loco.

Silencio.

– ¿Qué? Es un demente Un demente peligroso. Él y sus amigos, son todos iguales. Ya os he avisado de los problemas que pueden acarrearos. ¿Qué más necesitas? ¿Una localización que ya os he proporcionado hace unos días? ¿Cuántas veces más vamos a hacer esto, Deremyl?

El sin'dorei no respondió, anotando algo en la vitela con su pluma negra. Al terminar alzó la vista y volvió a preguntar con el mismo tono cansado.

– Kelnorz Zaknafein.

Kyashar rió.

– ¿En serio?

Otro silencio.

– Kelnorz Zaknafein.

– Paradero desconocido.

Deremyl alzó la vista de su papiro, mirando a la elfa con los ojos entrecerrados. Su misma mirada de siempre.

– Sí, eso es todo. Desconozco dónde está.

La sala se sumió de nuevo en el silencio, roto únicamente por el sonido de la pluma al escribir unas cortas líneas.

– Kyashar Gyrael.

Ella volvió a reír ligeramente sin abrir la boca.

– Salvadora del Reino. Azote de los Desdichados. Sol Brillante de Quel'thalas. Gloria Eterna de los Bosques, Loto de Fuego, Flor Magnificente del Norte, Poema Sangriento de los hijos de la Sangre...

– Gyrael, basta – suspiró Deremyl, dejando de escribir y separando la pluma del pergamino –. Deje las tonterías para otro momento, aunque sospecho que eso es imposible. Tenemos un asunto importante entre manos, y sus continuas faltas no hacen más que empeorar el proceso a la Guardia Thalassiana.

La sin'dorei sonrió con burla, devolviendo la mirada al escriba de cabello oscuro y aspecto enfermizo.

– ¿Empeorar el proceso? ¿Qué proceso, Deremyl? Estaría encantada de escucharlo de tus propios labios, de que me ilumines, pues hasta donde yo sé, no hay ningún proceso. ¿Qué más necesitáis saber? ¿Qué más hace falta para que empecéis a tomar cartas en el asunto? ¿Una chispa? ¿Una intervención divina? – la elfa ladeó la cabeza hacia su derecha, paseando la vista por la sala y mirando a los soldados armados –. Lo sabéis todo. Sus faltas, sus motivaciones, sus errores, sus excesos, sus debilidades, y hasta el momento no he visto ningún movimiento ni orden para apresarlos por traición al Reino. Os limitáis a esperar, como ovejas, mientras todo se mueve a vuestro alrededor y se os escapa entre los dedos.

El silencio se adueño de la pequeña sala perfumada; apenas durante cinco segundos, encontrándose Kyashar dentro de ella.

– Por cierto, tenéis un bonito grupo de alborotadores agitando las calles de la ciudad mientras seguís mirando.

Deremyl seguía todavía en la misma posición cuando la sin'dorei terminó de hablar. Su rostro no reflejaba emoción alguna, ni siquiera hastío. Juntó las yemas de los dedos de ambas manos despacio y se humedeció el labio antes de responder.

– La justicia Thalassiana se toma su tiempo antes de deliberar, agente Gyrael. No podemos lanzarnos sin conocer antes cada uno de los detalles, por ínfimos que sean. Debemos prepararnos y juzgar qué es lo mejor. Pero no se preocupe en demasía, nos hemos tomado muy en serio los informes sobre la Magistris Belanare y antes de que caiga el sol estará apresada y en disposición de ser juzgada por las atrocidades cometidas en el pasado y presente – el elfo se detuvo para observar con gesto cansado cómo Kyashar sonreía ligeramente–. ¿Qué le hace tanta gracia, Agente?

– Que hayan tenido que morir diez pobres magisteres antes de que hayáis decidido hacer nada. Os puse en aviso con el octavo de ellos y pese a todo dejasteis que fuera a por sus dos últimos aprendices. No creo que haga falta decir que seguramente ambos os agradecen vuestra presteza en el lugar en que se encuentren.

Deremyl se limitó a aguantar la vista impertérrito, humedeciéndose los labios resecos otra vez más.

– Agradecemos su inestimable ayuda al Reino, Gyrael, y sentimos la perdida de esos prometedores Magisteres que tanta ayuda habrían otorgado a Quel'thalas – el elfo guardó silencio unos segundos, separando las yemas de los dedos para volver a recoger su pluma –. Pese a todo, anclarse en el pasado y no ver el futuro es un error que únicamente lleva al fracaso y la condena, como sus antiguos compañeros ya sabrán. Otros prometedores jóvenes ocuparán el lugar de nuestros recién fallecidos magisteres y el curso volverá a su cauce. En cuanto a la magistris Belanare, no se preocupe más por ella. Sabemos lo que tenemos que hacer. Es peligrosa, pero nuestros rompehechizos y  miembros de la guardia arcana no serán rival para alguien tan debil. No escatimaremos en esfuerzos aún así, y como bien nos ha sugerido, llevaremos a nuestros mejores hombres.

El sin'dorei comenzó a limpiar su pluma con un paño de tela que luego desechó a la basura antes de colocar el objeto con sumo cuidado en una caja de madera oscura.

– Me temo que debo despedirla por hoy, Gyrael. Mañana continuaremos, y recuerde que tiene una cita en dos horas con el excelentísimo magíster Sadrael.

– Nunca podría olvidarme de mi queridísimo Sadrael, Deremyl. Gracias a él me encuentro donde me encuentro.

...

Apenas minutos más tarde Kyashar se encontraba otra vez en su despacho, sentada en el alfeizar de la ventana con las piernas colgando en el exterior. Sus dedos sostenían de nuevo la pequeña pastilla y sus ojos permanecían fijos en el movimiento del líquido aprisionado, de manera hipnótica. De las calles de Lunargenta todavía llegaban vítores. abucheos y proclamas; el mismo ambiente desde hace unas semanas con la única diferencia de que hoy hacían más ruido del normal.

En un momento inexacto para ella, las consignas se convirtieron de repente en gritos de guerra y de desafío hacia las autoridades. Tras unos segundos el roce de metal chocando entre si y más gritos inundaron la tarde en ciudad. Kyashar guardó el comprimido en el bolsillo y asomó la cabeza a través del arco de su ventana. A lo lejos, un grupo de agitadores y la Guardia Real combatían en las afueras de la Aguja de Sol.

La sin'dorei bajó de la ventana hacia el interior de la sala mascullando entre dientes mientras buscaba sus utensilios y armas cuando un joven abrió la puerta puerta. Sudaba y resollaba como quien acaba de correr a toda prisa.

– Lo sé, querido, he escuchado los gritos fuera.

El elfo negó con la mano efusivamente, todavía sin aliento para poder hablar. Kyashar alzó una ceja de manera inquisitiva mientras aguardaba.

– Él... – inspiró por la nariz –. El excelentísimo magister Sadrael te hace llamar.

– Todavía quedan noventa minutos para nuestra reunión.

– No... no es eso – el sin'dorei apoyó las manos en las rodillas, encorvado, cogiendo aire –. Han irrumpido en la Aguja de Sol. Un grupo armado con el símbolo de un fénix bicéfalo. Han... han secuestrado al Regente.

Kyashar ladeó la cabeza.

Cerró los ojos.

Y finalmente suspiró. Con fastidio.

– Serán estúpidos

Continuará...

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