sábado, 8 de septiembre de 2012

El último vuelo del Fénix: Maitriah

Relato corto escrito como introducción de Maitriah en la trama en los foros oficiales:

La Sin'dorei se despertó a media tarde, rascándose la mejilla con pereza y reprimiendo segundos después un bostezo con la misma mano. Las pulseras tintinearon mientras miraba a su alrededor con aire ausente y unas más que pronunciadas ojeras: un platillo con restos mágicos de color verdoso y una botella de licor vacía descansaban sobre la mesilla más cercana.
Ella también descansaba, sobre un diván de la planta baja, en una postura poco natural que explicaba el dolor en sus cervicales tras horas dormitando de aquella manera.

– Una buena... – bostezó de nuevo – noche, mañana, lo que sea..

Se desperezó como una gata un par de veces antes de levantarse y y mirar hacia su propia toga, arrugada pero intacta.
Un par de golpecitos secos con los dedos sobre la tela y...
Arrugó los labios, satisfecha.
Ya no estaba tan arrugada.

Tras estirarse por cuarta vez, ahora de pie, rogó silenciosamente por llevarse cualquier liquido a los labios que acabara con la sequedad en su garganta. Miró de reojo hacia la botella en la mesilla, la cual no había sido testigo de un milagro Beloriano, pues seguía vacía. Resignada a tener que caminar hasta la cocina para paliar su sed, echó a andar, peinando su flequillo negro sin entusiasmo alguno al no tener un espejo delante en el que poder mirarse.

A medio camino de su destino cruzó la entrada principal, donde una misiva lacrada con el sello de los Magísteres reposaba sobre una pila de libros viejos, que a su vez se asentaban sobre varias cajas de madera que la propia Maitriah no recordaba ya ni que guardaban en su interior. La elfa entrecerró los ojos, deteniendo sus pies descalzos y prometiendo por quinto día consecutivo que luego leería la carta.

Nunca era nada relevante, y ésta vez no iba a ser menos: una llamada de atención por sus actos, un resumen de lo acontecido en alguna Asamblea aburrida o una notificación para que acudiera a la Aguja para algo que no le importaba lo más mínimo.
Asintió para si misma con un cabeceo antes de abandonar el rellano en busca de una nueva botella de vino Thalassiano que abrir.

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